jueves, 8 de noviembre de 2007

UN PERIODO NUEVO


ARMANDO MARTÍNEZ VERDUGO

La caracterización sobre el periodo actual de la lucha social y de clases en México que presentáramos a la reunión de balance del jueves uno de marzo, ha generado un intercambio de opiniones entre algunos compañeros. El tema es de gran actualidad; debe ser discutido con profundidad y sumo cuidado pues, si se es consecuente con lo que se afirma, deben emprenderse acciones y trazarse tareas muy distintas y hasta contrapuestas de conformidad con la evaluación que se produzca.

La responsabilidad que se demanda es considerable, si la caracterización que se dice sostener no busca oponerse por oponerse a alguna otra ni pretende llanamente sobresalir.

Hay que echar mano de esa rigurosidad que siempre reclamó Carlos Marx, es decir, razonar con la mayor profundidad posible cada afirmación o negación que se sostenga. Esta argumentación, por otro lado, debe fundarse en las condiciones realmente existentes y no en deseos, suposiciones o especulaciones. Ella debe ser colocada, en tercer lugar, en condiciones tales que sea entendible, sostenible, verificable. En una polémica, las palabras se las puede llevar el viento; con facilidad, el ponente puede negar que sostuvo tal posición y, con la mayor frescura, sostener que dijo lo contrario. Por estas razones, las grandes polémicas entre revolucionarios siempre han sido por escrito. Esas fueron las controversias teórico-políticas entre Marx y Proudhon o entre aquél y Bakunin; así fueron las que sostuvieron Lenin y Rosa Luxemburgo, Lenin y los mencheviques, Stalin y Trotski, o más recientemente los soviéticos y los chinos.

El esfuerzo por debatir con rigor y con la mira puesta en ayudar al movimiento revolucionario, superando cualquier estrechez de miras, debe asumirse. Con mayor razón en México, en donde no existe la tradición de polemizar. Aquí se anatematiza, se ve con sospecha una opinión contraria o diferente. En Rumbo Proletario empezamos a poner algunos cimientos de esa cultura, sobre todo cuando en el Núcleo Central Provisional militaban los camaradas Pedro, Oswaldo, Ernesto, Rene, el camarada Rodrigo (hoy en Tamaulipas). Pero, como en muchas cosas más, tampoco forjamos una cultura del litigio teórico y la polémica. Los brotes de esa tradición se vieron truncados por las salidas del grupo de compañeros con disposición de controversia.

La cultura de la discusión fraterna y constructiva, es básica para construir una dirección revolucionaria y ayudar a la nueva militancia que, generalmente, ingresa a la organización revolucionaria con avidez por el conocimiento o por la capacitación y con la seguridad de hallar curso a sus inquietudes y sus problemas teóricos, ideológicos y políticos.

Cuando un pequeño agrupamiento, como el Colectivo de Reflexión en la Acción, se propone y se dispone a asentarse en un territorio y en algún sector social, la discusión constituye un arma de construcción de primer orden: coloca al militante en una dinámica que por basarse en contradicciones opera como fuente de movimiento, de desarrollo. La polémica entre revolucionarios se sustenta en las tesis de la concepción materialista de la historia de que las contradicciones son fuente y base del cambio, que si se mediatizan, se ignoran o se reprimen las contradicciones, la oscuridad se impondrá y el dogma reinará incuestionablemente. Pero la polémica, si es auténtica, debe reconocer que un problema es multifacético y, en consecuencia, los caminos de abordarle, los actores que le estudian y las soluciones que se construyan son diversos. El Colectivo de Reflexión en la Acción conoce mi propuesta de que adoptemos la metódica epicuriana llamada de las múltiples explicaciones. Esto, naturalmente, nunca ha significado que asumamos criterios de mezcolanza o de eclecticismo. Finalmente, la práctica, como criterio de la verdad, debe situarse como un fundamento insustituible de la justeza de una propuesta y de una línea política concreta.

Si, en general, a un revolucionario le es indispensable una táctica, una línea de periodo y una estrategia claras, precisas, sin huecos y sin ambigüedades; en el lapso histórico por el que hoy cruza la lucha social y de clases resulta de mayor urgencia. Cualquiera sean nuestras discrepancias, no es difícil coincidir en que hoy reinan algunas confusiones y dudas que ponen en peligro al movimiento popular. Si no se da luz a esas dudas de manera inmediata, si no se trazan ya con toda claridad tanto las tareas tácticas como las tareas de periodo, el gobierno neoliberal se afianzará con fuerza tal que van a incrementarse las dificultades para derrotarle y sacarlo de la conducción política estatal.

LA LUCHA, MUY DINAMICA

Si algo hay extremadamente cambiante es la lucha social y de clases.

Los virajes de aquélla suelen combinarse de forma rápida y, a veces, con tal celeridad que el revolucionario sigue por buen tiempo colocado en parámetros superados. Es más común, así ha sido en México, que el luchador político no vea que las condiciones de la lucha han cambiado y siga, en su discurso y en sus actos, anclado en definiciones obsoletas. Esto es válido también en el sentido de declarar que una condicionalidad de lucha ya ha periclitado cuando no es así. Por ejemplo, es muy frecuente que los partidarios a ultranza de la lucha militar vean en todo un agotamiento de las condiciones de la lucha por medios no violentos. No nos referimos a los que siempre están viendo bases para lo que llaman vía armada, pues parten no del análisis concreto de la situación concreta como lo pedía Lenin, sino de sus dogmas fabricados al margen y en contra de lo real efectivo. Hablamos de quienes seriamente basan -o lo intentan- su proceder en lo que la realidad dispone.

Cuando empezó a conformarse el periodo que con toda oportunidad yo llamé de encrucijada, toda la izquierda revolucionaria seguía posicionada en la antiquísima caracterización (producida por el Partido Comunista Mexicano antes que aquella izquierda) del lapso como un periodo de acumulación de fuerzas. Algunos de sus dirigentes convocaban a los paros cívicos y a la huelga general como una posibilidad real en el momento en que lanzaban esa consigna la cual creían factible, y seguían hablando de periodo de acumulación de fuerzas. Su incorporación tardía al torrente principal de la lucha popular en ese lapso (por ejemplo, 2005-2006) se debió a que, siguiendo la caracterización errónea del periodo se proponían como tarea central principal crecer como grupos políticos y asentar a éstos en la geografía nacional por medio de la propaganda y la agitación; no veían la fuerza del movimiento en perspectiva de triunfo inmediato o de pronta derrota del enemigo burgués concreto, y que lanzar a este movimiento al desplazamiento inmediato de la burguesía hegemónica era la tarea central . Nunca entendieron que había que echar toda la carne al asador por la candidatura del proyecto lidereado por López Obrador, incluso, por mucho tiempo, hicieron de la lucha contra El Peje su tarea de primer orden. Algunos de sus dirigentes principales nos llegaron a decir que no apoyaban a Andrés Manuel porque eso no ayudaba al crecimiento de su grupo, al avance de su proyecto.

En las filas del Colectivo, nadie duda que estábamos en lo correcto, que fuimos los primeros (cuando menos en el seno de la izquierda revolucionaria) que vimos el viraje histórico que había tenido lugar que hacía improcedente seguir hablando de periodo de acumulación de fuerzas.

El anquilosamiento del pensamiento de nuestra izquierda, sus limitaciones dogmáticas no permitieron que se construyera la dirección proletario-popular del movimiento socio-político de nuestro pueblo. De tal manera que la única dirección política que operó en las jornadas en torno al 2 de julio, fue la dirección democrático-liberal burguesa encabezada por Andrés Manuel López Obrador. El desenlace de este movimiento, entonces, no es sólo responsabilidad de El Peje y sus compañeros de Dirección; sobre todo, es responsabilidad de la izquierda revolucionaria que no supo ver a tiempo los nuevos rasgos de la situación política nacional y siguió entrampada en sus viejas caracterizaciones.

La dinámica de la lucha social y de clases es considerable. El revolucionario está obligado a dar un seguimiento permanente, a no dejarse llevar por sus dificultades para penetrar lo más hondo posible en los vericuetos de esa lucha, y menos debe dejarse llevar por la comodidad de contar ya con una caracterización y convertirla en la idea absoluta que dicta a la realidad sus desenvolvimientos. Un dirigente revolucionario está obligado a trabajar diariamente en el estudio de los múltiples factores y condicionamientos que construyen el movimiento real del pueblo. Lo que hoy puede parecernos indiscutible, mañana deja de serlo y nuevas categorías deben ocupar el sitio de las que fueron superadas. Los conceptos, que se expresan a través del nombre con el que se designa una realidad política concreta, son fundamentales. No puede decirse “se mantiene el periodo de encrucijada, aunque se le puede llamar de otra manera”. No estamos ante categorías que sustentan un quehacer político revolucionario. Por eso, cada realidad históricamente determinada exige su conceptuación precisa. No es cosa de manipular las denominaciones con ligereza y sin fundamentaciones claras y precisas.

La situación que hoy estamos viviendo pone de manifiesto que, literalmente, en días y tal vez en horas, un periodo puede quedar atrás y configurarse nuevas correlaciones de fuerzas, nuevas disposiciones a la resistencia o a la lucha, nuevas psicologías de las masas, nuevas estructuraciones políticas. Y estas reclaman nuevas categorías. No intentar captar lo nuevo y construir una categoría política consecuente es, cuando menos, frivolidad y ligereza.

HEMOS IDO APREHENDIENDO LOS COMPONENTES NUEVOS

Nuestro primer planteamiento es que ya no se vive un periodo de encrucijada, sino un nuevo lapso en la lucha social y de clases.

En segundo lugar, que no se ha vuelto a las condiciones típicas de un periodo de acumulación de fuerzas y, por lo tanto, la tarea central, las consignas y las formas de lucha centrales son nuevas.

En tercer lugar, que el periodo nuevo reclama una denominación especial que ayude a comprender las tareas, las consignas y las formas de lucha pertenecientes a la situación creada.

En la medida que se han ido despejando los ambientes de producción de la correlación de fuerzas real y de las condiciones en torno a las iniciativas históricas de los oponentes fundamentales de la actual controversia, así como en manos de quién está hoy la acción ofensiva o la acción defensiva, hemos ido avanzando en nuevas formulaciones. El movimiento reflexivo en torno a una caracterización que aprehenda de manera más multilateral y completa los diversos componentes de la real y efectiva lucha social y de clases, es propio a una aproximación sucesiva a lo que puede ser una categorización más integral. Un primer escrito puede ser completado o negado por un segundo; los textos, como la vida misma, son dialécticos, pues el seguimiento de la realidad es tan intrincado como problemáticas son la lucha y la resistencia popular y las acciones antipopulares.

Nuestro convencimiento es que hoy contamos con mayor información y ya podemos aspirar a una propuesta más acabada. En el texto La táctica en el momento actual –elaborado el 21 de septiembre de 2006- apuntamos: “Hoy está claro que la actual fuerza popular no ha sido suficiente para colapsar al Estado ni abatir la fortaleza ideológica y política del grupo neoliberal, lo cual debe ser tomado muy en cuenta para el trazado de las medidas tácticas y sus objetivos inmediatos”.

El día 14 de octubre de 2006, en una reunión nacional, adoptamos un acuerdo que también apuntaba a pensar en una situación nueva. “El proceso unitario por evitar el fraude –decía el resolutivo que, en forma de carta a los militantes del CRA-RP fue recogido por un camarada- está debilitándose; La Otra Campaña retoma su curso; el subcomandante Marcos vuelve a declararse en contra de AMLO; la APPO sigue sin vislumbrar una solución a sus demandas; los Diálogos Nacionales siguen desvinculados y sin dar el paso a la formación de la Organización de organizaciones, en cierta medida, desvinculados de la lucha general del pueblo”.

En la cena-taquiza de diciembre de 2006, en la que efectuamos una sesión de despedida de año, yo elaboré un escrito –que no leí por falta de tiempo pues la junta consistió en que todos los asistentes expresaran sus deseos de despedida anual- en el cual anoté: “Esto resulta más obligado en las actuales condiciones, las que se formaron a raíz de que Felipe Calderón formó gobierno y López Obrador creó un Gabinete-sombra. Los golpes asestados a la APPO vinieron a definir claramente aquellas condiciones . Lo más importante es que el objetivo central del periodo –sacar del Gobierno y de la Presidencia de la República a la burguesía hegemónica- ha sido pospuesto y, otra vez, el neoliberalismo ha retomado la iniciativa táctica mientras que las fuerzas populares se han replegado a una situación que ya no corresponde exactamente a un periodo de encrucijada, y que, por el contrario, contiene muchos elementos de acumulación de fuerzas. Sería ciego no ver que en este lapso histórico se ha alejado la posibilidad real inmediata de hacerse del Estado derrotando y desbancando a la burguesía neoliberal.

“Se ha conformado –seguía diciendo- una situación sui géneris en la que, en este momento, es obligado acrecentar, incrementar más la fuerza popular y la Dirección Revolucionaria, llevarlas a un nivel que efectivamente vuelva a colocar a la dirección estatal neoliberal en un punto cercano al colapso, en el cual hoy no está ni mucho menos, sobre todo porque los neoliberales se han afianzado en los resortes claves del poder político de Estado como son el Gobierno, el Parlamento, el sistema judicial, el Ejército y los medios de comunicación”.

El viernes 19 de enero, en la reunión-cena celebrada en Santa María la Rivera, se presentó el Plan de Trabajo por tres años. En la introducción a dicho Plan asenté: “Al respecto debemos decir que un eje determinante del lapso político actual lo constituye el despliegue de elementos propios a una acumulación de fuerzas conjuntamente con otros elementos que son propios a un periodo de encrucijada.

“En este momento” ha tenido lugar un desplazamiento de algunas coordenadas de la conflictividad social y de clases. Esto es, de la lucha directa en la que francamente se planteaba como tarea de la orden del día hacerse de la Presidencia y del Gobierno de la República, se ha pasado a la lucha tendiente a acumular más fuerzas, sobre todo en lo organizativo y en lo ideológico, con el propósito de que en los próximos 3-5 años se recomponga de nueva cuenta, pero a un nivel superior o de una manera ampliada, la viabilidad de la lucha directa e inmediata por desplazar a la burguesía hegemónica de aquellas instancias fundamentales de la conducción político-estatal, llevar al colapso a la dirección estatal neoliberal y en México se abran curso transformaciones radicales”.

“En términos de periodo –apuntamos-, la pelea presenta elementos del dilema de uno u otro proyecto de conducción política de la sociedad mexicana, pero en estos momentos el polo popular requiere organizar más fuerza para dar una batalla histórica decisiva en los próximos años. Hoy, no está en condiciones de hacerlo”.

El día 23 de febrero de 2007 en el documento Puntos para una discusión el jueves volvimos al tema. “Después del uno de diciembre de 2006 –dijimos-, la lucha social y de clases en nuestro país ha entrado a un nuevo periodo.

“Hemos propuesto denominarle Periodo de restauración (O recuperación) ampliada de las condiciones de la lucha directa y explícita por la presidencia y el Gobierno de la República.

“En primer lugar, asumimos que ya no se vive en un periodo de encrucijada, pero no se ha vuelto a un típico periodo de acumulación de fuerzas.

“El nuevo periodo… presenta como rasgos principales que, por un lado, el movimiento político-popular de la primera línea de combate contra el poder político en México, no ha sufrido una derrota tal que lo remita y lo despache a su desestructuramiento, desbandada e impotencia. Hemos dicho que “en la actual controversia, el movimiento popular ha sufrido un revés temporal. Pero no está indefenso ni desarmado. (Por otro lado, sin embargo) no guarda la misma capacidad de combate ofensivo y directo por hacerse ya de los mecanismos que le permitan satisfacción de sus reclamos, competencia que todavía sostuvo el día uno de diciembre de 2006”.

REVISEMOS LOS FACTORES DE UN PERIODO

Cuando intentamos caracterizar los periodos de la lucha social y de clases, propusimos un conjunto de factores que pueden ayudar a conseguirlo. Veamos esos parámetros analíticos.

Manera de manifestarse la pugna política. Hoy se manifiesta a través de reuniones, foros, seminarios, asambleas, discusiones entre líderes y activistas; no se manifiesta a través de un movimiento único, nacional y con trascendencia colapsadora del poder político vigente, el cual enfrentaría una fuerza burguesa neoliberal contraria pero de equivalente fortaleza, ímpetu y decisión. No hay en la actualidad lucha directa y combativa por derrotar ya en este preciso momento –con capacidad real y efectiva para conseguirlo- al poder político hegemónico y montar una representación estatal, una institucionalidad y una normatividad propias a una conducción estatal del tipo contrario al actualmente establecido. Se han dado unas cuantas marchas con pretensiones de ser nacionales, que no han reunido ni a la mitad de las que de forma sincronizada se efectuaron en todo el país durante las jornadas del 2 de julio (antes y después). Las de hoy, han sido manifestaciones reivindicativo-sectoriales (contra los aumentos de precios, por ejemplo), de carácter defensivo. Han cesado las tensiones sostenidas y crecientes que estuvieron al borde de llevar al colapso a la conducción estatal establecida. La escena política se llena de incertidumbre sobre si el Gobierno de Calderón logrará estabilizarse. Hasta ahora, sin embargo, ha conseguido superar alguna falta de concordancia con el Ejército, situación que se había presentado con la Presidencia de Vicente Fox.

Crisis económica. La burguesía hegemónica, con el sector oligarca financiero e industrial moderno (en telecomunicaciones, sobre todo) al frente, ha logrado mantener altos índices de ganancias y la situación salarial y ocupacional no ponen en dificultades, menos en bancarrota, ese sostenido nivel de ganancias.

Crisis política. No existe. El Gobierno de Felipe Calderón se ha constituido, ejerce políticas públicas y tiene interlocutores en la población.

Crisis social. Existe. Los guarismos de miseria no se visualizan superables por medio de la gestión de Felipe Calderón. No hay grandes expectativas de que este Presidente vaya a superar los grandes problemas de la vida y del trabajo de la población mayoritaria.

Posiciones e intereses de las clases y las fuerzas en pugna. No existe coordinación ni sincronía entre los destacamentos principales del movimiento popular, por el contrario, los Diálogos Nacionales no sólo no mantienen su acercamiento con el movimiento dirigido por López Obrador, sino que se enfilan a fomentar un movimiento que le hará competencia y lo debilitará en su liderazgo. En el mismo seno del PRD se observan esfuerzos por atenuar y acotar dicho liderato. Ni soñar que puede producirse algún pronunciamiento del zapatismo a favor de alguna reinvindicación del movimiento político-electoral, como se diera en torno al fraude o al intento de desafuero.

Política de alianzas. El eje aglutinador (ganar la Presidencia y el Gobierno de la República en lapso clara y precisamente establecido, o sea, durante las jornadas en derredor del 2 de julio) se ha diluido, se ha perdido; hoy no es posible. Las alianzas son, sobre todo, acuerdos entre grupos políticos no alianzas de clases o de sectores de clases y fuerzas nuevas en lucha directa por desestructurar el poder político establecido.

Las alternativas. La alternativa inmediata –ya conseguible en estas jornadas – de hacerse de la conducción político-estatal del país se ha diluido, se ha perdido, no es real ni posible en estos momentos. No existe hoy una alternativa de pronto triunfo electoral menos de una victoria popular; ni siquiera existe la certeza de que el movimiento se recomponga a corto plazo y que se restituyan las condiciones de subjetividad y disposición que existieron en aquellas jornadas.

Las predicciones políticas. No es posible en estos momentos prever el desenlace de la pugna política central, la cual ni siquiera se conserva claramente; hasta el mismo Andrés Manuel López Obrador ha dicho que no es seguro que él sea el candidato en el 2012. No se sabe qué mapa electoral se conformará para ese año, menos todavía si en las elecciones intermedias del 2009, el neoliberalismo fortalecerá sus posiciones parlamentarias y en otros resortes del poder político. Nadie puede saber ni con una mínima aproximación sin las condiciones legales electorales que favorecieron el fraude se conserven, se fortalezcan o cambien (composición del IFE, normatividad electoral base de la desigualdad en las oportunidades de participación electoral, etc). De igual manera, no puede preverse si el movimiento reivindicativo-sectorial podrá desarrollarse hasta fusionarse con la demanda general de cambio de la dirección estatal o siga el camino de su pretendida separación de esta demanda política general.

La línea política. Una tarea de primer orden es recuperar e incluso conservar las mínimas condiciones de la lucha popular que prevalecieron en las jornadas del 2 de julio. Hoy es prioritario construir la dirección política revolucionaria y la dirección democrático-liberal (que no está claro en qué estado se encuentra, si se conserva o se ha desunido, no está claro si algunos personajes de la llamada burbuja de AMLO siguen en la misma relación con él), las cuales mostraron insolvencia durante las batallas electorales recién pasadas y, en consecuencia, han perdido mucho de la credibilidad y capacidad de convocatoria que habían alcanzado. La línea política hoy no está directamente enfilada a la solución inmediata de los problemas sociopolíticos fundamentales (romper y desestructurar ya el poder político y, haciéndose de la Presidencia y del Gobierno, comenzar a ejercer políticas públicas, que vayan implementando el programa progresista, democrático e incluyente); hoy la línea política de periodo está orientada básicamente a recomponer de manera ampliada las condiciones que situaron la controversia ante la real posibilidad de colapsar al Estado neoliberal, como tarea de solución en los días que corrían en las jornadas de julio dos; hoy apenas se trata de dotar al movimiento popular de lo indispensable que se requiere para restituir el conflicto al nivel del 2 de julio, dotarle de fortalezas organizativas, de movilización y lucha para que no se diluya como el agua entre los dedos; se trata de construir la capacidad que puede permitir a la vanguardia social reubicarse en la batalla que tuvo lugar en torno a las jornadas electorales presidenciales recién pasadas.

Actualmente, la correlación de fuerzas entre los antagónicos fundamentales ni siquiera está en un empate, menos se presenta favorable al movimiento popular. Hoy, éste no lleva la delantera en materia de la iniciativa histórica. La misma convocatoria y realización de la Convención Nacional Democrática se ven como momentos en los que se dirá qué hacer y qué más sigue, cuando el movimiento del 2 de julio pasado les ubicaba como lo que justamente deben ser: un corolario de una triunfo popular, de una verdadera revolución en curso, que, por medio de la CND debería completarse como revolución triunfante. Hoy no se sabe claramente si la CND será un foro más con sus mesas de liberaciones y resolutivos, o será una gran reunión de recuperación de ánimos maltrechos y seguridades deterioradas.

Flujo y reflujo. La reanimación de masas que fue creciente en las jornadas, en torno al 2 de julio y que claramente significó la superación del largo letargo de la lucha popular y del grave reflujo que vivió el pueblo mexicano durante décadas, no se sostiene desde los postreros días de la toma de protesta del candidato de la derecha. La misma asunción de Felipe Calderón al cargo y sus inmediatas medidas antipopulares, sucedidas unas tras otras, no han sido contestadas con un movimiento nacional y que esté a la altura de la gravedad de dichas acciones. Con un aplomo y una pasmosa determinación de golpear al pueblo, el gobierno calderonista ha dejado caer sobre éste medidas y propuestas tan atentatorias para la vida nacional, (como el aumento al precio de la tortilla, la entrega de las carreteras al capital privado, y adoptar medidas de supresión de las garantías individuales) que era de esperarse hasta conatos de violencia de masas o de uso de la fuerza popular. Pero no ha sido así. Las marchas convocadas por sectores distintos no logran continuidad ni aparecen como una respuesta amenazante para el orden establecido.

Si comparamos con las jornadas del 2 de julio, las actuales protestas ponen de relieve que el movimiento popular ha entrado a un reflujo.

Para verificar este aserto, debe precisarse que el flujo de la lucha popular –ya no resistencia en lo fundamental, sino lucha en el sentido de ataque masivo y sincronizado contra un régimen político- tuvo lugar básicamente como una permanente tensión energética de confrontación de millones de ciudadanos contra un blanco perfectamente identificado, confrontación que literalmente tenía lugar en un accionar masivo diario y por medio de movilizaciones multitudinarias por donde aparecía López Obrador y a donde lo indicaran las fuerzas de oposición.

La situación de hoy es muy diferente. Ya nadie concita levantamiento de masas capaces de tomar por asalto el Congreso, literalmente paralizar al país si así lo hubiera ordenado Andrés Manuel. Si éste hubiera convocado al pueblo a cerrar todas las carreteras del país, a tomar todos los edificios gubernamentales de México, muy pocos inmuebles hubieran abierto.

En estos momentos, un llamado así corre el riesgo, cuando menos, de dejar en ridículo al convocante.

Capacidad de los grupos y las organizaciones políticas. Hoy los grupos y las organizaciones políticas vuelven a ocupar la palestra principal; ya no las masas en combate directo por un objetivo bien determinado.

Los grupos políticos son, en estos momentos, los actores centrales. Ellos convocan a reuniones, a foros, a seminarios, a actos cerrados o abiertos, en los que juntan a sus militantes y a los pequeños sectores de pueblo que gravitan bajo su influencia política.

En el periodo de encrucijada, el papel de los grupos políticos se relativizó de forma muy importante. Literalmente, la mayoría de ellos procedía al compás que marcaba el reloj de la gran confrontación político-electoral por hacerse de la Presidencia.

Hoy las propuestas emergen de los grupos, y las actividades de éstos vuelven a tener como vehículo principal la propaganda y la agitación. Los propósitos de llevar a cabo los célebres paros cívicos, ya ni se diga la huelga general, suenan a buenos deseos, carentes de bases reales.

Lenta pero segura se despliega la línea de la reestructuración laboral neoliberal que ya viene dejando en la calle a miles de trabajadores y que acabará por golpear, de mil maneras, a millones de mexicanos. Pero por ahora se ha diluido la posibilidad inmediata de que, conformándose un gobierno progresista, democrático y patriótico, se pondrían en práctica políticas públicas progresistas en materia de empleo, de salario, etc.

Ante esa evolución social y política, las masas han perdido la iniciativa y vuelve su enojo soterrado, callado, expreso en las catacumbas de su psicología social. Son los grupos políticos los que pasan al primer plano de la agenda y de las propuestas, las que, por cierto, de acuerdo a la misma estrechez grupal, suelen ser de muy corta significación. Convertirse en un partido político, publicar comunicados en la prensa en los que se presiona al Gobierno, preparar una u otra reunión (de tipos diferentes), juntarse, unirse o aliarse para derrotar al grupo contrario, vender su alma al “referente nacional” que parece más útil para fines inconfesables (que se dicen siempre revolucionarios o, cuando menos progresistas), firmar un desplegado, enviar una carta a la redacción, acudir a la reunión semanal de cajón en la que, también de cajón, se culpa al Peje de lo que ha pasado, tales son las iniciativas de los grupos políticos que, por desgracia, son las que más se oyen, se publicitan y las que marcan el pulso de la actual acción nacional.

Auge de masas. Ya hemos dicho que distinguiremos lucha y resistencia. Lucha denota ofensiva, avanzada en las iniciativas, ataque en pos de un cambio en la correlación de fuerzas.

Resistencia es capotear los madrazos, es tratar de que no se confirme el decir popular de que “¡a palo dado ni Dios lo quita!”, es oponer una acción a una fuerza que emerge y avanza amenazadora, a veces tratando de que las consecuencias no sean tan desastrosas.

La resistencia que se desplegó en las jornadas del 2 de julio llegó al borde de convertirse en lucha directa y combativa y alcanzó estos peldaños en varios momentos estelares del combate por la Presidencia de la República. En estos momentos, después del uno de diciembre, ni una sola acción ofensiva de masas ha tenido lugar; ni una sola. Las pocas movilizaciones han sido respuestas, tardías y pobres, a golpes contundentes del Gobierno a situaciones vitales de la existencia de nuestro pueblo y en esas movilizaciones, han vuelto a tomar altura las mendicidades de la izquierda mexicana, sus pleitos y sus rencores.

En lugar de concentrar el ataque contra el enemigo básico, se quema pólvora en infiernitos contra el ex-presidente Vicente Fox. El enemigo central ya no está acorralado. Se le denuncia en alguna revista y en varios periódicos, pero Fecal, lógicamente rodeado de sus guaruras, sigue ejerciendo sus funciones, paulatinamente golpeando aquí y allá, promete y asesta golpes; golpea y promete. Pero no está bajo un asedio profundo y permanente de masas que le quiten piso en la institucionalidad básica del ejercicio gubernamental de este país.

No hay auge de masas; no hay ofensiva sostenida y multitudinaria contra el régimen político. No hay amenaza seria, radical, profunda de ejercicio inmediato, como sí la hubo en las jornadas electorales presidenciales recién pasadas.

El grupo burgués neoliberal está asegurando otro sexenio más en la conducción estatal, con el que ya sumará los treinta años que de rigor juntan las verdaderas dictaduras porfiristas en nuestro amado país. Desde 1982 esa élite burguesa, vendepatrias, pronorteamericana, viene dirigiendo estatalmente a México. No hay en estos momentos en el horizonte ningún auge de masas que se le ponga en frente ni que busque con la fuerza suficiente eliminar todas aquellas condiciones político-electorales que le den a esa élite garantía de que se impondrá de nuevo el 2009 y, naturalmente, en el 2012 . Y si llega a imponerse en las siguientes elecciones presidenciales, la derrota popular devendrá una verdadera catástrofe política nacional.

Los libradores de la lucha. Ya lo dijimos, las masas no son en estos momentos el factor central en la puja política, no son ellas las que conforman los principales escenarios políticos.

Las masas en lucha son minoritarias; las masas tras el telón del teatro de la confrontación política son la mayoría.

El lenguaje, los temarios, las agendas, los ritmos del accionar político ya no los ponen las grandes concentraciones, las grandes movilizaciones ni la energía tensa de la fuerza de masas en acción directa en la pelea palmo a palmo por la dirección estatal; los ponen los líderes y sus agrupamientos.

La lucha, en la medida en que la hay, es en puntos muy localizados de la geografía nacional, y aunque muy importante en algunos casos, sólo atañe a algunos sectores populares. En la enorme extensión del país, amplios sectores del pueblo preguntan y esperan las indicaciones, envueltos en más inseguridades que certezas. Esos sectores sienten que algo grave pasó y no alcanzan a arribar a grandes acciones en las que ellos vuelvan a llevar la voz cantante y a marcar el movimiento del barómetro político.

El escenario lo han tomado, otra vez, los líderes, sus activos más cercanos y aquellos sectores de pueblo que están orientados por el punto de vista de aquellos líderes o que mantienen con ellos algún tipo de relación solidaria, corporativa o clientelar.

Posibilidades de cambios en la sociedad. La descoordinada y débil resistencia popular hoy no produce expectativas reales de cambios radicales de nuestra sociedad, ni siquiera de modificaciones formales.

Aquí las expectativas de cambio real vienen de la burguesía hegemónica. Ella trae un proyecto histórico que casi tiene 30 años de vida. Y las expectativas de que lo aplique tienen más bases que cualquier otra expectativa. No son pocos los sectores del pueblo que poco a poco comenzarán a alinearse con el panismo, esperando cubrir así sus espaldas y no arriesgar las pocas esperanzas que les quedan de impedir caer hasta el fondo de la indefensión y la miseria.

La sociedad mexicana tiene hoy en los proyectos de nueva sociedad (el de Andrés Manuel López Obrador, el famoso Programa Mínimo no negociable y las otras sugerencias moderadas y radicales) sólo una referencia ideológica o, cuando más, una demarcación asentada en su memoria histórica que nadie podrá borrar a menos que el país sea anegado en una represión radical y de fondo que golpee los reductos más sensibles de la psicología, la culturalidad y la religiosidad popular que hoy han dado las bases para la formación de un movimiento popular de nuevo tipo.

En consecuencia, proponemos determinar que hoy se vive un nuevo periodo de la lucha social y de clases en México, el cual puede ser superado a corto plazo si los revolucionarios y los demócratas sabemos actuar con esa enorme potencialidad que forjó el movimiento recién pasado y que poco a poco habrá de recuperarse a través de reiteradas luchas cada vez más contundentes y definitivas.

México, D. F. a 10-11 de marzo de 2007

1 comentario:

RUMBO PROLETARIO dijo...

MI NOMBRE ES FLABIANO OJENDIZ ALEY, MIEMBRO DEL COLECTIVO DE REFLEXION EN LA ACCIÓ, ME GUSTARIA QUE REDIRECCIONARAN ESTA PAGINA A LA PAGINA OFICIAL DEL COLECTIVO QUE ES LA SIGUIENTE:
http://colectivorumboproletario.blogspot.com/
O EN SU DEFECTO DARNOS EL DOMINIO DE ESTE ESPACIO PARA EDITARLO.